Hace años, los niños jugaban en los jardines o en el campo, cerca de la naturaleza y observaban los ciclos vitales. Tenían una convivencia más cercana con los seres queridos: a los abuelos los acompañaban en sus enfermedades y cuando morían, los funerales se realizaban en las casas. En nuestro tiempo, a pesar del acceso a la información mediática, los avances médicos y la migración constante, los niños se han alejado del conocimiento de la muerte y de la forma como se vive el duelo a lo largo de la vida.