En los inicios de este siglo, especialistas de la salud mental en diversos países vaticinaron que, para el 2020, la depresión sería la segunda causa de discapacidad en la población. Esta predicción se cumplió y se superó al ser una de las secuelas de la reciente pandemia. En total, cada 40 segundos, una persona se quita la vida en algún lugar del mundo.
Los hospicios para el fin de la vida
En nuestros días existe una cultura de aceptación de la muerte cada vez más extendida cuando se trata de pacientes terminales cuya condición ya no se puede tratar con los avances de la ciencia médica. En esos momentos muchas personas afirman que desean pasar sus últimos días asistidos en sus necesidades físicas, disfrutar de la compañía de sus seres queridos, ordenar asuntos pendientes, rodearse de un ambiente espiritual y fuera de los hospitales donde son atendidos.
Ser Feliz, Hoy y Siempre
En el año 2013, la Asamblea de las Naciones Unidas, ONU, estableció el Día Internacional de la Felicidad, a celebrarse el día 20 de marzo; un llamado a todas las personas e instituciones del mundo, a reconocer la felicidad como un derecho inalienable.
La silla vacía, lo ausente y lo presente
La psicoterapia Gestalt, según sus estudiosos, ofrece la técnica llamada la silla vacía con el propósito de sanar emociones que han quedado en conflicto o asuntos inconclusos que no pudieron resolverse con ciertas personas y es muy útil cuando se trata de seres queridos ausentes. El ejercicio en terapia consiste en sentarse frente a una silla vacía e imaginar que ahí está sentada la persona con la que tenemos asuntos por resolver y se trata de hablar como si estuviera escuchando. Muchas personas han dado testimonios de una experiencia liberadora al expresar sentimientos y emociones oprimidas a quien por diversas razones no pudieron decirlas en presencia real.
Empatía, calidez y respeto para nuestros seres queridos.
En los tiempos que vivimos donde el miedo a la muerte se hace real, estamos ante la incertidumbre de encontrarnos enfermos y perder seres queridos repentinamente. Enfrentamos la tristeza de recibir una urna de cenizas y de no haber practicado un funeral, una ceremonia, una despedida; queda la impotencia de no haber hecho nada y de no entender por lo que hemos pasado.