Este cuerpo no soy yo
Thich Nhat Hanh
No me limita este cuerpo
Soy la vida sin límites
Nunca he nacido,
y nunca he muerto.
La humanidad, desde los inicios de su existencia, se ha preocupado por establecer un lugar para vivir y otro para morir. Los museos de historia nos dan ejemplos de los enterramientos cerca de los hogares familiares en los que se dio un especial significado a la muerte, debido a los cuidados en el manejo de los fallecidos, las ofrendas y utensilios que se colocaron junto con los cuerpos.
En la antigua Europa, se establecieron lugares llamados: coemeterium en latín, que significa; dormitorio. Se trataba de espacios afuera de las ciudades o en la orilla de los caminos para sepultar a los muertos y dejar una lápida indicando quién yacía ahí con algún mensaje para recordar a los viajeros, la brevedad de la vida, Vanitas, vita brevis.
Durante la Edad Media y hasta muy avanzado el siglo XIX, la influencia del catolicismo en el mundo extendió la costumbre de sepultar a los muertos en los atrios de las iglesias. Los personajes de la alta jerarquía eran enterrados junto a los altares y dentro de los templos. Tener una tumba cerca de la iglesia, era una especie de garantía para el destino eterno después de la vida.
Las sociedades antiguas encontraron inapropiado sepultar a los muertos cerca de las ciudades porque el proceso de descomposición de los cuerpos era un foco de infección. Durante la Edad Media y siglos después no se realizaban tratamientos de conservacion de los cuerpos y se enterraban a poca profundidad, esto era un factor de riesgo higiénico y al añadir el elemento de las frecuentes epidemias que se extendieron por el mundo durante ese periodo, las características de los entierros aumentaron los contagios.
Podemos imaginar el ambiente dentro de las iglesias durante las ceremonias litúrgicas, que se invadía de un fétido olor a descomposición orgánica, sumado a los hedores propios de la cotidianeidad previa al aseo personal regular.
A partir de 1700, los países colonizados por España, impusieron reformas laicas de carácter científico para el tratamiento de los entierros, se construyeron cementerios fuera de las ciudades, en lomas o cerros donde circulara el viento y lejos de las aguas de los ríos o lagos y en caso de deslaves evitaban la contaminación de las calles.
En 1835, John Jay Smith, escribió en su diario personal que la ciudad de Philadelphia crecía muy rápido y le preocupaba que los cementerios alrededor de las iglesias estaban saturarados de difuntos y se convertían en espacios insalubres. Su preocupación surgió a partir de la epidemia de cólera que había azotado a la ciudad y causó la muerte de su hija.
El duelo de Smith lo llevó a crear un cementerio fuera de la ciudad rodeado de bosques y junto con otros ciudadanos creó el famoso cementerio de Lauren Hill que pronto inspiró a otras ciudades a crear espacios similares, que hoy son parques de meditación y descanso visitados por muchas personas.
Despúes de más de un siglo, los cementerios que originalmente se construyeron fuera de las ciudades se han integrado a las crecientes urbes. La cantidad de fallecidos es proporcional al crecimiento demográfico de los vivos y por tanto los espacios en los cementerios se han vuelto insuficientes.
Los efectos contaminantes del subsuelo por el uso de químicos en los procesos de embalsamado y de féretros hechos con materiales procesados, han erosionado la tierra, para lo cual se presentan nuevas alternativas que comienzan a florecer en todo el mundo son los llamados: cementerios ecológicos.
Esta innovación comenzó a partir de que muchas personas, dejarán como última voluntad, realizar la cremación de sus cuerpos al morir. Así comenzaron a construirse cementerios verticales de nichos, incluso dentro de las iglesias.
Hoy en día se fabrican urnas ecológicas, hechas de materiales biodegradables, después de observar cómo muchas personas desarrollaron la costumbre de esparcir las cenizas de sus familiares en el mar por ser materia orgánica y también observaron que tiraban la urna al fondo oceánico y esta al ser de latón u otro material no biodegradable, crearon un nuevo factor de contaminación.
Algunas empresas funerarias, han pensado en cómo convertir cementerios en reservas naturales y ofrecen urnas de materiales especiales con una preparación combinada con las cenizas, para hacer crecer un árbol a partir de urnas especiales para el medio ambiente y brindan la información para colocarla ya sea en un jardín privado, en un bosque o en los terrenos que se han destinado para este fin y con el objetivo de crear una arboleda o lo que también se llama: entierro verde .
Debemos atender a las nuevas circunstancias que enfrentamos ante el daño ecológico y la sobrepoblación de los cementerios. Podemos darnos una oportunidad para mirar nuevas alternativas de prevención al momento de morir. Al final el cuerpo es solo un vestido que llevamos para vivir en la Tierra y al ser materia orgánica sería un hermoso legado convertirla en ferlilizante para preservar la naturaleza. En Del Pueblo Funeral Home, hacemos fáciles los momentos más difíciles.